Responsabilidad afectiva: establecer vínculos afectivos sanos

El término responsabilidad afectiva habla por sí mismo: tomas responsabilidad de tus emociones, de cómo te sientes, y eres consciente al mismo tiempo de que tu forma de actuar puede tener un impacto en otros. Es un componente fundamental de la inteligencia emocional, según la cual debemos ser capaces de identificar y comunicar nuestras emociones, así como de entender las emociones de los demás.

¿Que es la responsabilidad afectiva?

Cuando tomamos responsabilidad afectiva, nos esforzamos por establecer un vínculo afectivo igualitario, con plena consciencia de los actos y emociones propios y ajenos, desde la empatía y el respeto. Podríamos hablar incluso de corresponsabilidad afectiva, ya que no puede tratarse de una relación unidireccional. Por supuesto influimos en lo que otras personas sienten, y lo que otras personas hacen influye en cómo nos sentimos, pero también somos capaces de regular nuestras emociones y, por tanto, se elimina la culpa de la ecuación y nos empoderamos como sujetos activos para modular nuestras emociones.

No hablamos solo de parejas, sino de cualquier vínculo afectivo, aunque este término se emplea mucho en psicología de parejas y sexualidad.

Para entender claramente qué es la responsabilidad afectiva:

Soy responsable de cómo te sientes.

Qué es: Me preocupo por ti. Tu felicidad me importa. Llevaré a cabo acciones que te hagan feliz.

Qué no es: Es mi trabajo hacerte feliz constantemente y aliviar tu dolor. Antepondré tu felicidad a mis necesidades. Todo lo que sientes es por mi culpa. No considero que seas capaz de satisfacer tus propias necesidades, me necesitas a mí.

Eres responsable de cómo me siento.

Qué es: entiendo cómo tus acciones influyen en mí y seré abierto y honesto contigo sobre lo que necesito y cómo quiero que me trates

Qué no es: mi felicidad es tu trabajo y eres la única persona que puede aliviar mi dolor. Debes anteponer mis necesidades a las tuyas propias. Todo lo que siento es tu culpa. No soy capaz de satisfacer mis propias necesidades.

Soy responsable de cómo me siento.

Qué es: entiendo que mis emociones vienen de varias fuentes, no solo tus acciones. Tengo la capacidad de modular mis sentimientos.  

Qué no es: nadie puede ayudarme a ser feliz o calmar mi dolor. No necesito a nadie, nadie está ahí para mí. Todo lo que siento es mi culpa. Si no me cuido yo mismo, nadie lo hará.

Eres responsable de cómo te sientes.

Qué es: no todo lo que sientes depende de mí. Tienes la capacidad de satisfacer tus propias necesidades, y no soy culpable de todo lo que sientes.

Qué no es: hacerte feliz o aliviar tu dolor no son mis problemas. Puedo hacer lo que quiera, y lo que sientas al respecto es tu problema. Mis acciones no son responsables de tu dolor. Todo lo que sientes es tu culpa.

La responsabilidad afectiva en el ámbito de las relaciones sexuales y de pareja nos invita a asumir responsabilidades y evitar pensamientos del tipo “no es mi problema”, cuando podríamos ayudar, o “tengo que hacer algo sí o sí”, cuando no podemos ayudar. Para esto, por supuesto, es necesario contar con la otra parte: aunque en última instancia podemos tomar nuestras propias decisiones, para resolver una situación interpersonal conflictiva, debe existir corresponsabilidad, las dos partes asumen su responsabilidad. Para ello, la comunicación es fundamental. Debemos expresarnos de forma asertiva, decir lo que queremos y preguntar qué podemos hacer por el otro.

Para asumir responsabilidad, podrías poner en práctica estos puntos:

  • Fomentar la comunicación asertiva: ser claros y honestos en todo momento con nuestras emociones e interesarse por las del otro.
  • Establecer límites. Cuando estamos conociendo a alguien, solemos escuchar muy a menudo eso de “no nos gusta poner una etiqueta”. Y eso está bien, porque las etiquetas a menudo se quedan cortas para todo lo que estamos experimentando. Pero debes poder decir claramente cuáles son tus expectativas con la otra persona y dónde están tus límites.
  • Gestionar nuestras emociones: No podemos controlar las circunstancias, pero podemos gestionar nuestras emociones. Es decir, no podemos evitar tener emociones negativas o vivir circunstancias desagradables, o que nos sintamos heridos, pero podemos gestionar los pensamientos que nos cruzan la cabeza en estos momentos, podemos aprender de las causas que nos han llevado a ello. Nuestras emociones son nuestras y, aunque otros pueden influir en ellas, nosotros tenemos el poder de aceptarlas y aprender de ellas.
  • Practicar la empatía: escucha de forma activa, esforzándote por comprender lo que el otro siente, e intenta ser coherente, como aquello de “trata a los demás como te gustaría que te tratasen a ti”.

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Cómo es la responsabilidad afectiva

Como gestionarla