El pensamiento referencial

El ser humano es un ser social: dependemos de los demás, primero, fisiológicamente de nuestros cuidadores, que nos alimentan y, al mismo tiempo, afectivamente (sentirnos amados, valorados y aceptados). También dependemos de los demás socialmente, ya que nos sirven como guía para autorregularnos, para saber si nuestra forma de actuar es “correcta”.

¿Qué es el pensamiento referencial?

¿Qué es?

El pensamiento referencial es la interpretación de gestos, miradas o formas de comportarse de otra persona en relación a nosotros mismos. Es decir, cuando pensamos que el comportamiento de otros está relacionado con el nuestro. El famoso “se están riendo, ¿habré dicho algo malo, será de mí?”. Un profesor decía que era como mirarse con los ojos del otro, ya que buscamos en los demás la clave de la adecuación de nuestra forma de ser. Si somos válidos o no, si somos aceptados o no.

Esta forma de procesar la información, es útil hasta cierto punto: si estoy en un país extraño, estaré pendiente de la forma de comportarse de otras personas y de las claves que me manden (a través de, por ejemplo, miradas) para saber si mi conducta es aceptable. Pero si estoy comprando el pan, cenando con mi grupo de amigos, asistiendo a clase o llevando a mi hijo a la guardería, y constantemente estoy intentando descifrar lo que otros piensan de mí y pensando que su comportamiento tiene que ver con el mío, puede ser agotador y conducirnos a un malestar significativo. Hablamos de ideas de referencia, una interpretación distorsionada de un suceso al que damos demasiado valor.

Si nos vamos al extremo patológico, tendríamos un delirio de referencia, en el que hay una pérdida de conexión con la realidad, y la persona puede pensar que otros le mandan mensajes ocultos, incluso tener alucinaciones auditivas en las que hablan sobre ella, y esto es síntoma de trastorno psicótico.

Me ha sorprendido la escasa literatura que hay sobre el pensamiento referencial en el extremo no patológico: en el que a todos alguna vez nos pasa. Reflexionando un poco sobre este concepto, que vemos a menudo en consulta asociado a una baja autoestima, una rumia frecuente, una elevada ansiedad y un apego inseguro, pensaba aclarar un poco la diferencia entre el pensamiento referencial habitual y la idea de referencia, en la que la interpretación está distorsionada.

Diferencia entre pensamiento referencial e idea de referencia

Dependerá del contexto, de la importancia que le demos a las señales que interpretamos como dirigidas hacia nosotros, de la intensidad de la emoción que le acompañe, de si pensamos que nuestra valía depende de los demás, de si nos sirve verdaderamente para regular nuestra conducta, de si somos capaces de separar lo que otros piensen de nosotros de nuestra propia conciencia, etc.

1.       Contexto: en contextos nuevos, puede ser de ayuda la presencia de pensamiento referencial, pues nos da información sobre el nuevo contexto social, sobre cómo se comportan otros en este nuevo grupo, para poder adaptarnos. Si, en cambio, estoy con mi viejo grupo de amigos, constantemente preocupada por lo que piensan de mí, por si algo que he dicho es inadecuado, por si he podido ofender a alguien… Probablemente estemos ante alguien que sufre.

2.       Importancia: por supuesto todos nos dejamos guiar por las sensaciones que obtenemos de otras personas acerca de nosotros. Pero no todos rumiamos en torno a esto. Si estoy en clase y respondo a una pregunta del profesor de forma errónea y escucho unas risas a mis espaldas, puedo pensar “he metido la pata y se están riendo de mí”. Y después, reírme yo también, hacer una broma al respecto a mi compañero de asiento y seguir con la clase, o, por el contrario, quedarme pensando durante el resto de la hora lo estúpida que soy y cómo he podido fallar.

3.       Intensidad:  en esta misma situación anterior, puedo sentir vergüenza (a nadie le gusta equivocarse delante de un grupo de personas) y ser amable conmigo misma, o puedo sentir vergüenza por ser como soy, culpa por haber hablado y una tristeza intensa por no sentirme aceptada en el grupo.

4.       Separación: puede ser que de hecho escuche al compañero a mi espalda decir “qué estúpida es”. En este caso, podría usar su información para machacarme (“pues claro que piensa que soy estúpida, qué vergüenza, nunca más volveré a hablar en público”) o podría aceptar que es el pensamiento que alguien tiene sobre mí, y que no tengo que fusionarme con él. Puedo sentir también vergüenza, pero recordarme que un fallo lo tiene cualquiera, que no me convierte en una estúpida y que tengo muchas cualidades.

5.       Regulación: relacionado con el contexto, ¿nos sirve para ajustar nuestra conducta a una norma social aceptada? ¿Tiene utilidad este pensamiento, o solo sirve para hacerme daño? ¿Estoy cambiando algo en mí a partir de esta percepción? El ejemplo de una amiga: estaba en una iglesia asistiendo a una boda, con las piernas cruzadas lo que, al parecer, supone romper una "norma" social que ella desconocía. Aunque no podía dejar de notar las miradas del sacerdote y de las señoras que asistían junto a ella. Finalmente, se dio cuenta de cuál era el problema... En este caso, sirvió para "ajustar su conducta" a un contexto determinado (aunque no supusiera ningún daño a nadie ni ella se considerase por ello peor persona).

 

La elevada presencia de ideas de referencia, especialmente si va acompañada de emociones de vergüenza y culpa intensas, está ligada a una baja autoestima. Al mirarme constantemente con los ojos del otro busco la aprobación de los demás, pongo en manos de otro mi valor como persona. Y en este sentido, quizás podamos estar delante de una persona con un estilo de apego ansioso, que siempre dependió de sus cuidadores, quienes invalidaron sus emociones o su forma de expresarse dejando a la persona sin brújula para regularse a sí misma de forma autónoma.