Heridas de la infancia y como sanarlas
Es durante la infancia, en la relación con nuestros progenitores o cuidadores, cuando se establecen los patrones relacionales y de apego que tendremos como adultos con el resto de personas. Es decir: vas a querer a los demás como a ti te han querido de pequeño.
Conoce las heridas de la infancia
Sabemos que los niños son esponjas: su gran plasticidad les permite adquirir rápidamente hábitos y aprender. Estos aprendizajes los guiarán durante el resto de su vida. Por supuesto, esto no es determinante, y también influirán las experiencias que tengamos durante el resto de nuestra vida. Pero digamos que durante la infancia y en la relación con nuestros cuidadores, se sienta la primera piedra de nuestras futuras relaciones interpersonales. Y una bien sólida.
Cuando leemos “heridas de la infancia”, quizás pensemos que cada persona puede tener unas “heridas” distintas. Si bien es cierto que las experiencias y vivencias que nos hicieron daño pueden ser distintas, los pilares de una crianza sana son los mismos: los cuidados físicos, la protección, la educación, el cariño.
Si alguno de estos ámbitos ha sido descuidado, se puede causar en el niño o niña una profunda impresión que persistirá, si no se trabaja, en la edad adulta, y que se pondrá de manifiesto en sus pensamientos, emociones y comportamientos. Hay que aclarar que, aunque los niños aprenden rápidamente y perciben con mucha sensibilidad lo que ocurre en su entorno, aún no saben interpretar bien lo que está pasando. Por ello, muchas veces no se trata de una infancia traumática, sino de distorsiones en la interpretación de los hechos por parte de los niños.
Herida de humillación
Esta herida es causada por una excesiva crítica, desaprobación o ridiculización de sus pensamientos o emociones. El niño se siente humillado, siente que sus padres se avergüenzan de él o ella, afectando a su autoestima.
Emoción = culpa, vergüenza
Ejemplo = padres que comparan a sus hijos con otros de forma abierta y no constructiva
Cómo es el adulto
El adulto con estas vivencias tiene un autoconcepto que depende de la imagen que los demás tengan de él. Suelen olvidarse de sus necesidades, que, a sus ojos, no son válidas o al menos son menos importantes, para complacer a los demás y así ganar el cariño. Tienen dificultad para expresarse por miedo a que lxs ridiculicen. Piensan que merecen un castigo si hacen algo mal. Anteponen las necesidades de los demás a las suyas propias.
Cómo tratarlo
La aceptación de sí mismo es fundamental: tenemos que aprender a validar nuestro punto de vista, nuestras emociones, nuestros pensamientos. Tenemos que cuidarnos, aprender a decir no a otras personas y dedicar tiempo al autocuidado.
Cómo evitarlo
Con una educación respetuosa con los sentimientos de nuestros hijos e hijas, siendo empáticos y, si tenemos que establecer límites, tienen que ser razonados y siempre con respeto.
Puede ser que cuando leáis los siguientes párrafos, os sintáis identificados con mucho de lo que se describe. No te preocupes, nos pasa a muchos: tenemos recuerdos de cuando nuestros padres rompieron sus promesas, o sensación de que nos abandonaron cuando nació un hermano más pequeño. Por eso, os dejaré también algunos consejos para trabajar nuestras heridas como adultos y para evitar que nuestros hijos e hijas puedan desarrollarlas, ayudándoles a gestionar sus emociones.
Así pues, se pueden identificar cinco heridas de la infancia que se trasladan en miedos en la vida adulta, y que corresponderían más o menos con los ámbitos de una crianza sana:
Herida de abandono
Las personas con miedo al abandono han sido marcados en su infancia por cuidadores ausentes, física o emocionalmente. Probablemente se ha establecido un patrón de apego ambivalente: nuestros seres queridos no están todo lo “presentes” que nos gustaría, son figuras que vienen y van, su compañía, su cariño no son constantes en nuestra vida, y eso nos genera una gran inseguridad, dependencia y ansiedad. Pensamos que no merecemos el cariño, ya que no nos lo dan.
Emoción = tristeza
Ejemplo = ser abandonado por un progenitor
Cómo es el adulto
El adulto con miedo al abandono no puede estar solo. Puede presentar ansiedad por separación, miedo a la soledad o dependencia emocional, hasta el punto de tolerar comportamientos de abuso por evitar la soledad. Suelen ser sumisas, y tener comportamientos manipulativos para que no le abandonen. Puede existir también rechazo o ambivalencia frente al contacto físico para evitar sentirse dañados de nuevo.
Cómo tratarlo
Tienes que trabajar ese miedo a la soledad: de dónde viene, por qué es tan nocivo para ti estar solo. Para tratar este miedo, es importante que te concedas tiempo a solas: que hagas cosas que consideres solo tuyas y las disfrutes, o sencillamente cosas que no sueles hacer a solas por miedo.
Cómo evitarlo
Para evitar que nuestros hijos e hijas puedan percibir una sensación de abandono, debemos compartir tiempo de calidad. A veces es difícil pasar mucho tiempo con ellos, pero que el que pasemos, sea constructivo. Hablar con ellos, dialogar sobre sus emociones, escucharles y prestar atención a sus vivencias.
Herida de la injusticia
Esta herida se origina en niños cuyos cuidadores son autoritarios y exigentes, generando así generan sentimientos de inutilidad y culpabilidad. Los niños, además de las altas exigencias, no reciben el apoyo que necesitan.
Cómo es el adulto
Esto puede derivar en adultos perfeccionistas, rígidos, con dificultad en la toma de decisiones y para negociar, ya que han recibido una educación autoritaria en la que no se les dejaba libertad para expresar su opinión. Por ello, encuentran dificultad en aceptar otros puntos de vista como válidos, dan mucha importancia a sus valores y sistema de creencias, y suelen expresarse con juicios de valor, catalogando y etiquetando a quienes piensan de forma distinta a ellos.
Cómo tratarlo
Deberemos cultivar la flexibilidad y el respeto a distintas formas de vida y pensamiento. También se deberán trabajar las autoexigencias, establecer objetivos ajustados y enseñarnos a evaluar nuestro desempeño sin juzgar, desde el respeto y el amor a sí mismo.
Cómo evitarlo
Por supuesto mostrando flexibilidad y tolerancia con nuestros hijos e hijas, mostrándoles apoyo cuando lo necesitan, prestándoles la ayuda que requieran
Herida de rechazo
Se trata del miedo a que nos rechacen de forma integral. Puede haberse generado por cuidadores demasiado críticos, por experiencias de no aceptación en el grupo de iguales, por un patrón de apego evitativo en el que hay un rechazo explícito al niño.
Emoción = no sirvo para nada
Miedo = rechazo
Ejemplo = manifestar abiertamente que es un hijx no deseado
Cómo es el adulto
El adulto con miedo al rechazo siente ese mismo desprecio hacia sí mismo, que muestra con auto descalificaciones, verbalizaciones negativas hacia sí mismo, aislándose de los demás para evitar enfrentarse de nuevo a la falta de aceptación o porque no es digno de ser amado. Interpretan todo desde la herida: cualquier resultado no esperado, o discrepancia se interpreta como rechazo. Hay una baja tolerancia a las críticas, y una constante necesidad de reconocimiento y aprobación externa.
Cómo tratarlo
Para tratar este miedo es importante valorarse, trabajar en aceptar nuestras vivencias como válidas, cambiar las verbalizaciones que ejercemos contra nosotros mismos (“no hago nada bien”, “no le caigo bien a nadie”).
Cómo evitarlo
Por supuesto, criando a nuestros hijos desde el afecto y el respeto, enseñándole a valorarse a sí mismo, a tomar decisiones y a ser independiente.
Herida de traición
Se traduce en un miedo a confiar en los demás, en base a las vivencias de traición del niño: promesas no cumplidas, engaños, falta de protección cuando se necesitaba… El niño aprende a desconfiar, a sospechar siempre de una posible traición, a envidiar lo que otros tienen y nosotros no, aunque lo merezcamos. Se genera indefensión, frustración, rencor.
Emoción = control, desconfianza
Cómo es el adulto
El adulto con miedo a confiar puede volverse controlador, puede sentir difícil delegar tareas ya que ha aprendido que los demás suelen fallarle. Tiene unas expectativas muy altas de los demás, son exigentes y, si no cumplen con sus expectativas, son crueles. La lealtad resulta importante para ellos, y pueden mostrar conductas posesivas en las relaciones personales, como intentar tener a la persona siempre cerca, no respetar los límites establecidos o incluso controlar cómo los demás se comportan. Usan la manipulación para conseguir lo que quieren.
Cómo tratarlo
Tendremos que tratar la paciencia y delegación de tareas. Aprender que hay cosas que escapan a nuestro control y tener que aceptar que están ahí. Aprender a valorar lo bueno en cada persona y a ser tolerantes.
Cómo evitarlo
Siendo claros con nuestros hijos, evitando mentirles, mostrar coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Si buscas psicóloga en Sevilla para mejorar tu salud mental no dudes en contactarme.