Circuito cerebral del placer
¿Qué tienen en común el chocolate, la cocaína y tu crush?
Pues que todos activan el circuito cerebral del placer. ¿Tenemos de eso en nuestro sistema nervioso central? Así es, a veces somos más sencillos que una palanca y nuestro cerebro quiere que cubramos nuestras necesidades básicas para la supervivencia: alimentarse, reproducirse y relacionarse.
Circuito mesocorticolímbico
¿Qué es el circuito del placer?
El circuito cerebral del placer, de la recompensa o, por su nombre científico, circuito mesocorticolímbico, es así conocido por su capacidad de reforzarnos cuando realizamos una actividad que nuestro cerebro identifica como positiva. Este circuito está compuesto por varias regiones cerebrales que producen altos niveles de dopamina (más adelante veremos de qué se encarga este neurotransmisor). Así que se activa cada vez que hacemos una actividad placentera, como comer una comida que nos gusta o recibir un Whatsapp de nuestro crush.
En principio, su función es adaptativa, ya que nos motiva a seguir realizando una acción positiva para nosotros y nuestra superviviencia (como el sexo, por ejemplo). Pero desafortunadamente, tiene un lado oscuro, y es que puede derivar o fortalecer nuestras adicciones.
De hecho, en un estudio con ratas descubrieron que, si se le daba al animal la posibilidad de pulsar una palanca que le diera una descarga eléctrica en los centros cerebrales del placer, llegaban a pulsarla sin descanso, ignorando la comida, la bebida e incluso a su propia camada.
¿Qué pinta aquí tu crush? Pues que cuando vemos su nombre en el chat también liberamos dopamina, se activa el sistema de anticipación de recompensa, el cual a su vez activa al sistema de búsqueda de recompensa, que hace que le escribamos un mensaje (pulsamos la palanca como la ratita). Ese mensajito de Whatsapp parece que nunca llega (recompensa intermitente, por él/ella “se hace rogar”) y, cuando finalmente vibra el móvil, la serotonina nos arrebata la razón, y volveremos a empezar.
Los ingredientes
El circuito empieza, como siempre, con un estímulo, que en anteriores ocasiones nos ha dado placer. Aquí empezamos ya a liberar dopamina. La dopamina es el neurotransmisor del deseo: liberamos dopamina cuando algo nos motiva fuertemente y queremos conseguirlo. Esta se conoce como la fase de deseo.
Cuando pasamos a la acción, liberamos, además, adrenalina y noradrenalina, que ponen a nuestro organismo en alerta, preparados para la acción. Cuando llevamos a cabo la acción, aparece una sensación de satisfacción que se relaciona con el aumento en nuestro organismo de la serotonina, que es la responsable de la recompensa positiva, y de que queramos volver a repetir la acción la próxima vez que veamos el estímulo.
El circuito
Participan varias áreas cerebrales, entre otras:
El área tegmental ventral: proyecta sus neuronas al resto de áreas
El núcleo accumbens: controla la voluntad para convertirla en acción
La corteza cerebral: se encarga del razonamiento y planificación
La dopamina se fabrica en el área tegmental ventral, y viaja hasta el núcleo accumbens que, además de tener receptores de dopamina, puede producir más dopamina. Desde aquí viaja a los receptores de la corteza prefrontal. Además, el circuito es bidireccional: va de vuelta de nuevo hasta el área tegmental ventral, retroalimentándose.
Se puede dividir en dos circuitos: el circuito mesolímbico, que incluye del ATV al núcleo accumbens y que se encarga de la liberación de dopamina y, por tanto, del placer en sí. Y, por otra parte, el circuito mesocortical, que va del núcleo accumbens a la corteza, que es la encargada de razonar, de encontrarle un sentido a esto que experimentamos y organizar nuestra motivación.
En el circuito se distinguen, por tanto, tres componentes:
- Emocional: placer o miedo del dolor
- Motivacional: motivarme para conseguir placer o evitar dolor
- Cognitivo: soy consciente de que, si repito un acto, voy a sentir placer o evitar el dolor
¿Cómo se producen las adicciones?
La mayor parte de las sustancias adictivas (como la cocaína o el azúcar) atacan a nuestro circuito de la recompensa haciendo que libere dopamina en cantidades mucho mayores que un estímulo natural, con un efecto más inmediato y una duración más larga. Pero, además, la adicción puede aparecer sin la necesidad de una sustancia externa, por el mero hecho de exponernos muy a menudo y con cada vez más intensidad o duración a un estímulo placentero. Por ejemplo, videojuegos en los que vamos ganando puntos, los juegos de azar (en los que, además, la recompensa es intermitente, lo que hace que nos enganchemos más ya que activamos con más frecuencia nuestro sistema de anticipación de la recompensa produciendo dopamina), etc.
Así pues, las sustancias adictivas producen de 2 a 10 veces más dopamina en nuestro cerebro: es una bomba para él. El cerebro se ajusta a estos niveles de dopamina produciendo cada vez menos (la llamada tolerancia) o disminuyendo el número de receptores. Como resultado, el impacto de la dopamina sobre el circuito de recompensas del cerebro de una persona que abusa de las drogas puede llegar a ser anormalmente bajo, y se reduce la capacidad de esa persona de experimentar cualquier tipo de placer. Por lo que necesitará más cantidad de la misma sustancia para obtener los mismos resultados.
¿Cómo puedo recuperar los niveles normales de dopamina?
El cerebro es plástico, así que volverá a adaptarse. Tendrás que empezar a construir hábitos saludables que generen una cantidad de neurotransmisor adecuada, hasta que tu cerebro vuelva a reconocerlo.
Haz deporte: el ejercicio nos ayuda a liberar neurotransmisores, incluyendo dopamina, y nos hace sentir calma después.
Medita o haz yoga: el flujo de respiración y el movimiento aporta oxígeno y glucosa a tu cuerpo.
Duerme bien: 7 u 8 horas al día para estar descansado, la dopamina se relaciona con nuestro estado de vigilia (despiertos).
Lleva una dieta saludable: con alimentos altos en tirosina, que favorecen la producción de dopamina.
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